lunes, 6 de junio de 2011

CLAVOS EN LA REJA


2010/2011 Ikasturtea

Orain dela gutxi istorio hau bidali zidaten eta, berehala, burura etorri zintzaizkidan.
Urte honetan zehar Zintzietako ezaguerak zuek bereganatzeko ahalegin guztiak egin ditut, baina askotan ere entzun didazue datu asko jakiteaz gain pertsona izatea gauzarik inportateena dela. Eta “pertsona osoa” izateko barrutik eta kanpotik hazi behar gara.

Nik espero eta desiatzen dut zuek HAZTEA (letra larriekin), eta egingo duzuen bidea opari bat izatea, bai zuentzat eta baita zuen ondoan egongo direnentzat ere.

Horregatik istorio hau eskaintzen dizuet, denon artean mundua hobetzeko ilusioz.



Curso 2010/2011

Hace poco me enviaron esta historia y, enseguida, pensé en vosotras y vosotros.
Durante este año he intentado que aprendiérais todo lo posible sobre las Ciencias, pero muchas veces también me habéis oído decir que tan, o incluso, más importante que conocer muchos datos es poseer cultura de persona. Y persona es aquella que crece día a día tanto intelectualmente como interiormente.

Yo deseo y espero que CREZCÁIS (con mayúsculas), y que el camino que recorráis sea un regalo para vosotras y vosotros y, también, para todas las personas que caminen a vuestro lado.

Por eso os ofrezco esta historia, con la ilusión de que entre todas y todos consigamos un mundo mejor.


CLAVOS EN LA REJA

Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio. Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la parte trasera de la reja.
El primer día el niño había clavado 37 clavos en la reja.
Durante las próximas semanas, como había aprendido a controlar su rabia, la cantidad de clavos comenzó a disminuir diariamente.
Descubrió que era más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la reja.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos.
Le contó a su padre lo que le había ocurrido y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlar sacara un clavo.
Los días transcurrieron y el niño, finalmente, le pudo contar a su padre que había sacado todos los clavos.
El padre tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la reja. Le dijo: “Has hecho bien, hijo mio, pero mira los hoyos en la reja. La reja nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que ésta.
Le podrías clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí.”
Una herida verbal es tan dañina como una física.
Y recuerda también que los amigos son joyas muy escasas que hay que cuidar. Te hacen reir y te alientan para que progreses; te escuchan, comparten palabras de aprecio y siempre quieren abrirnos su corazón.

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